Cierra los ojos...

Este es el Proyecto 1 del grupo Adictos a la Escritura. Se trataba de hacer una descripción de una imagen (a elegir entre tres) Esta es la mía:


«Cierra los ojos. Respira hondo. Y por un momento olvídate de todo lo que sabes.

Alza la mano y roza con la punta de los dedos, los brotes tiernos de este hermoso abedul. El árbol de la consciencia está preparado para alumbrar lo mejor de sí mismo. Acaricia la rugosidad verdosa del nacimiento, la dureza que el delicado embrión tiene que vencer para ver la luz del día. No será fácil. Pero lo logrará. Y la diminuta semilla del crecimiento dará alas a sus compañeras, que por fin encontrarán el valor para enfrentarse a sus miedos.

Ahora da un paso al frente. Hunde un pie en el lago de la esperanza. Deja que la humedad se cuele por las grietas de tu dañada piel y enfríe la ira que todavía llevas dentro. Confía en mí. Haz de mi orden un acto de fe. No soltaré tu mano mientras te bañas en el estanque del perdón. Tiraré de ti cuando sepa que estás lleno de serenidad. Y aún así, si no te atreves, me sumergiré contigo para que nunca más vuelvas a desconfiar.

Cuando te estés secando en la arena, mantén la mirada en el cielo de la amistad. El naranja del cariño dará paso al rosa púrpura del amor. Empápate de su esencia y disfruta del momento de dicha. Efímero e infinito a la vez. Que tu cuerpo se recorte contra el horizonte y los últimos rayos del sol ayuden a tu sombra a proyectarse lejos. En ese momento serás grande. Y si acaso te has perdido, yo podré volver a encontrarte.

Después, corre con todas tus fuerzas en busca de los esquivos sueños. Escala las montañas del dolor, vacía los bolsillos de los desengaños. Sonríe a los compañeros del camino y déjalos ir cuando el tiempo haya llegado. Bebe del aire puro que te rodea y aliméntate de la magia de estar haciendo lo correcto. Haz de tu cuerpo una liviana pluma y ríe al levantar el vuelo hacia el firmamento oscuro. Que la luna de la felicidad, sea tu destino final.

Y no tengas miedo por nosotros. Los que te amamos volaremos contigo allá donde tu vayas. No es necesario que mires atrás.»

Abrí los ojos y la claridad me desorientó unos instantes. Luego, cuando observé el paisaje, sentí que lo había recorrido hacía poco. Muy bien acompañado.

—¿Lo he hecho bien?

Me acerqué a la joven cuya sonrisa podría rivalizar con el brillo de la estrella más hermosa y envolví su cuerpo con mis brazos. Aspirando el intenso aroma de la hierbabuena en sus cabellos, posé dos suaves besos en sus ojos ciegos.

—Sí, mi vida —susurré bajo el peso de su mirada velada—. Nadie lo habría hecho mejor.


Esta fue una de las canciones que me ayudó

Las Musas


«... Aunque pueda haber arte en ello, escribir es sobre todo una dura artesanía. Territorio hostil, agotador, donde la musa, la inspiración, el momento de gloria o como quieras llamarlo, no sirve de nada cuando llega, si es que lo hace, y no te encuentra trabajando.»

Arturo Pérez-Reverte
(sacado de un enlace que Amaya F. colgó en su blog)

Adictos a la Escritura


Sólo puedo decir que pinchéis en la imagen y os paséis por el blog de este nuevo grupo de escritura. Me alegro de poder formar parte de él y poder compartir mis sueños con personas que los entienden y que tienen inquietudes similares a las mías.
Poco a poco iré colgando escritos de los proyectos del grupo. Y estoy segura de que todos nos ayudaremos a mejorar en este universo paralelo que es la escritura.

Mi Pluma

Mi pluma y yo volvemos a encontrarnos esta noche. Subida en el tejado de la imaginación, dejo de lado el tiempo para abrazar la dicha. Siento de nuevo el entusiasmo juvenil que abandoné al pulsar la primera tecla. El tacto aterciopelado con sabor a goma acaricia de nuevo mis dedos. No sabía cuánto había echado de menos la verde carcasa de tinta y letras, hasta que la tuve de nuevo en mis manos.
Siento que se abre la veda.
Volveré a escribir cientos de hojas manuscritas. Las colorearé con las palabras salidas directamente desde mi corazón, apenas adornadas por la razón asfixiante. La sangre guiará mis dedos en la danza sobre el papel. Los tachones y las abreviaturas cegarán mis ojos. Amaré cada palabra nacida de mis entrañas. Rubricaré cada guión, cada letra capital.
Renaceré en una noche clara, pintando palabras en el cielo de los sueños.
Afortunadamente, volveré a ser Yo.

Penas


Todas las letras del mundo, no te han preparado para la amarga conciencia de la soledad. Ni siquiera en sueños te vence el ánimo y las multitudes a tu alrededor hacen aguas en tus entrañas. El rugido inherente a la masa no te deja oír la palabra que anhelas, ni sentir el abrazo tardío de alguien que te ama.
O que querrías que te amara.
No hay altruismo en sus miradas, tan sólo la amarilla codicia de un veneno inventado; la vana promesa de una felicidad falsa y fugaz. Nada de honradez. Nada de tolerancia. Nada de compasión. Sólo odio y rencor. Mentiras y lágrimas derramadas o no.
Tú lo sabes. Él lo sabe. Todos lo sabemos.
Y sólo un alma sufre por el engaño que es la vida. Sufre en silencio mientras los demás gritan rabiosos en busca de una víctima más.
Sí. Serás tú. Otra vez.
Ellos confunden la bondad con la flaqueza, y es tu don el que realmente te hace débil. Penas por el aislamiento. Penas por la injusticia. Y seguirás penando mientras seas diferente. Mientras la ira no domine tu cuerpo y te haga un inhumano más.
Penarás.
Y, al final del día, seguirás estando sólo. Aun cuando estés rodeado.
No te engañes.
Ni siquiera tu conciencia te dará una palmada amistosa en la espalda.
Ni el corazón te acompañará con un latido.
* * * * *
Mañana colgaré el capítulo que tenía para hoy. Esto lo necesitaba más.

La Polilla



Oíd mi historia, pequeños buscadores de lamentos y sombras. Estaba yo esta noche maldita, intentando conciliar el sueño sobre mi solitaria cama abrasadora (04:15 am). Una inútil brisa se colaba por la ventana abierta, acompañada de gritos y jaranas; esa es la suerte de que ayer fuera viernes. Ni cortinas ni mosquiteras frenaban el paso de la noche, y yo me iba durmiendo, arrullada por el sonido de las borracheras.
Un sobresalto me despertó (04:30 am)
Cerca de mi oído, un extraño zumbido me sacó de esa dulce duermevela en la que todos nos perdemos antes de empezar a soñar.
«Son los ronquidos de mi padre —me dije—. Sólo eso y nada más».
Pero no era sólo eso. Era mucho más. (4:35 am)
El eterno zumbido del mal. El demonio más común de la oscuridad. El ser que manipula con su apariencia lastimera, con el único fin de interferir en el descanso ajeno y libra con el destino una lucha que acorta aún más su ya de por sí limitada existencia.
Así que subí un poco más la sábana, en esta noche abrasadora de Julio y me dije a mí misma con intención de calmar mi angustia:
«No son más que los ronquidos de mi padre. Esta noche está más cansado de lo habitual. Sólo eso y nada más».
Pero el mismo zumbo incansable, no se alejaba de mi oído (04:45 am) y hasta mi padre tenía que parar de roncar para respirar en algún momento. Así que, armada de valor, abrí un ojo lentamente, conteniendo el aliento de forma miserable, por la presión que se cernía sobre mi pecho.
¡Y en ese momento atacó! (04:55 am)
Dirigióse hacia mi ojo abierto con una furia desatada, la negra sombra alada.
Salté con ganas de la cama, esperando cegarle con la sábana alzada. Pero el ser inmundo, tan grande que hasta era peludo, quería enredarse en mi pelo y arañarme la mirada. Con la velocidad que te dan las prisas, encendí la luz en un suspiro.
¡Allí estaba! (05:00 am)
Buscando al monstruo de mis pesadillas, lo hallé escondiéndose de la luz bendita. Trepaba por la estantería, buscando un espacio entre los libros para reposar, antes de otro ataque furtivo.
¡Ah, no! ¡Mis libros, no!
Me hice con unos leggins recién planchados y, usándolos a modo de arma, empecé a sacudirlos con intención de espantar al ser alado. Pero al íncubo le gustaba mi espacio, así que en lugar de salir por la abierta ventana, trepó por ella buscando la oscuridad bajo el estor.
Dijo entonces: «¡No dormirás!» (05:10 am)
Que el ser inmundo se atreviera a amenazarme en mi cabeza no consiguió enfurecerme tanto como lo hicieron sus palabras. Pero aún así soy un alma compasiva, y como el bicho parecía tonto, me acerqué para abrir la otra hoja del ventanal. Supuse que agradecería mi misericordia, que se negaba a manchar mis leggins con el polvo nocturno de sus alas. Cuál no fue mi sorpresa cuando el diablo atacó de nuevo mis ojos, cual murciélago enfurecido.
«¡No, no dormirás!» (05:20 am)
Agité mis manos. Intenté alejarlo. Pero el ser se agarraba a mis cabellos, provocándome la más profunda de las histerias. Lo vi alejarse de nuevo y esta vez encontró un hueco para hacer su morada.
Fruncí mis labios con disgusto y parloteé hacia la nada.
«¡Sí, dormiré! Y vas a ver cómo».
Corrí hacia el alféizar atestado de plantas y tomé el bote de insecticida. Rocié la habitación con una carcajada de satisfacción y cerré la puerta con un golpe seco lleno de furia. (05:30 am) Salí al balcón con uno de mis tesoros preciados y entretuve mi mente en las líneas de una novela de amor. Qué poco apropiado para la terrible noche que avanzaba sin descanso.
Oí de nuevo en mi cabeza; «¡No, dormirás!»
Y pensé yo para mis adentros: «¡Ya lo verás!»
Leí y leí hasta que empezó a clarear por el horizonte y supuse que el veneno habría hecho su efecto.
Me encaminé con paso decidido a mi lecho (06:10 am) y por más que busqué no hallé rastro del demonio alado, aunque sí de un apestoso olor a Casa Jardín. Respirando el ambiente infectado, me tumbé sobre el colchón con intención de retomar el sueño.
Di una vuelta y mi padre roncaba.
Di otra y los pájaros cantaban.
Boca arriba no dejaba de oír los coches tempraneros.
Boca abajo los chirridos de la casa durmiente me molestaban.
Subí la sábana para tapar mi cabeza, pero el calor me sofocaba y no me dejaba respirar (06:30 am)
Giré y giré. Una y otra vez. El sudor empapaba mi camiseta. Y los ruidos ensordecían mis oídos impidiéndome alcanzar el ansiado objetivo.
Giré y giré. Y una y otra vez mi cabeza se llenaba de imágenes con sonido.
Mi padre roncaba. Los pájaros cantaban. “¡No dormirás!” Chirridos y pájaros. Ronquidos. «¡No dormirás!». Coches. Ronquidos. Pájaros. «¡No dormirás!». Autobuses. Chirridos. «¡No dormirás!» Ronquidos. «¡No dormirás!». Pájaros. «¡No dormirás! ¡No dormirás! ¡NO DORMIRÁS!».

* * * * *

Seis horas después sigo despierta esperando que el sueño me venza, maldiciendo contra ese demonio nocturno.
Pero tengo que darle crédito. Cuando gritó «No dormirás», realmente sabía lo que decía.

Polilla 1 — Diana 0

Reseña Faery, Érika Gael

Bueno, esta entrada no significa que yo me vaya a unir al maravilloso mundo de las reseñas porque no soy muy dada a hacerlas y no se me dan bien. Además, para gustos, los colores; que me guste a mí, no significa que a los demás también.
Sin embargo, sí quiero hablar de este libro.


El argumento original lo podéis leer en el propio blog de la autora. Para los vagos, no tenéis más que pinchar aquí: Sinopsis Original.

¿Qué puedo decir del libro? Pues que me parece un refrescante soplo de aire fresco acompañado de Quelo, el ventolín. Una salpicadura de emociones y locura casi descontroladas de la mano de la mismísima Xesa, la xana. Un rayito de acidez y ternura gracias al inigualable Lugh, el dios del sol. Pero, sobre todo, son 442 páginas (444 con la nota de la autora, que no es menos que el libro), escritas por la mano de una de las mujeres que probablemente hará historia en el mundo de la novela romántica (en España yo creo que ya lo ha hecho. En el mundo... dadle tiempo).

Si hay algo que define la novela, tal y como yo la veo, es la agilidad. Ni te aburres, ni te da tiempo. Su forma de escribir es sencilla y clara, y aún así embelesa con sus palabras. Y si no lo creéis, comprad el libro. En mucho tiempo no me había gastado el dinero con tanto gusto.

La historia es dramática y divertida al mismo tiempo. Y, sobre todo, orginal. No había leído un libro de estas características en mi vida. Fantasía, realidad, mitología. Todo en uno y además bien mezclado. ¡¿Cómo lo haces, por los dioses?!

Lo único que he echado de menos es un poco más de acción, más pelea con Balor. Durante todo el libro salen escenas de él y da la impresión de que va a ser una lucha épica, y luego se me queda un poco corto. La lucha con los romanos, por otra parte, es buenísima XDD

Lo que más me ha gustado: los luggones. De verdad que me he reído con ellos lo que he querido y más. Y los diálogos, más divertidos aún que los luggones.

Por último, decir que hacía mucho tiempo que no disfrutaba con un libro como lo he hecho con éste. Gracias Érika Gael por deleitarnos con tu forma de escribir. Espero poder ver más libros tuyos publicados. Y, sobre todo, espero con ansia el momento de poder leerlos.

Cambio de look


¡Estoy absolutamente desquiciada!
Sí, tengo que decirlo. Tengo una necesidad imperiosa de hacerme un cambio de look. Uno de los gordos, además. Tengo un corte de pelo de lo más clásico, de lo más común (a capitas por debajo de los hombros, con un flequillo que me queda de espanto), un color de lo más vulgar (marrón chocolate). ¡Y ya estoy harta!
Desgraciadamente, mi monedero y yo no nos llevamos bien últimamente, así que estoy practicando mi autocontrol para resistir la tentación de meterme en la primera peluquería que pille y decirle a la peluquera: "¡Hazme lo que quieras! (hazme enloquecer)" cosa que todos sabemos JAMÁS DE LOS JAMASES hay que decir a una señora con unas tijeras en la mano.
Por lo tanto, y como medio de no volverme loca en estos días en los que la inspiración y el teclado del ordenador se llevan peor que nunca, he decidido cambiar el blog.
Sí, porque he visto algunas plantillas parecidas a la mía y me ha entrado la paranoia. Preguntas como "Ay, ¿porqué si es la misma plantilla, queda más bonita en su blog?" o "¿Por qué no podré ser original por una vez en mi vida?", atacan mi cabeza una y otra vez.
Así que, señoras y señores, me pierdo unos días para poner a punto el blog y sanear en todo lo posible mis conexiones neurológicas, ya que no puedo hacerlo con las puntas del pelo.
Un besito!!
Nos vemos pronto!!

SMILE!!!

Validation en Español. from neuromanagement on Vimeo.

SONREID!!! Porque... ¿sabéis? Sois increíbles.

Regalito para SokAly

Y no podía faltar, el regalo para SokAly, al más puro estilo SokAly. Para que veáis que no sois las únicas que tenéis buenos contactos (muahaha). Otras grandes amigas, que siempre me han apoyado en todo momento (en los buenos y en los malos). Aquí os dejo a este pedazo de hombre para vosotras. Sé qué sabréis apreciar sus encantos.



Muchas gracias por estar siempre ahí!!

Regalito para María

Por supuesto, María también tiene que recibir un regalo de mi parte. Desde que encontró el blog, siempre ha tenido una palabra amable para todos mis escritos. Y su blog es una maravilla de reseñas, que nos deja a todos queriendo más. Por eso, se merece este detalle.


Muchas gracias por estar siempre ahí!!

Regalito para Citu

Otra persona a la que me gustaría hacerle un pequeño regalo es a Citu (si pincháis en su nombre podéis dirigiros a su blog). Es una persona muy tierna y con un gran corazón. A parte de una increíble escritora. Es maravilloso el esfuerzo que realiza para poder deleitarnos con sus historias. Por eso, a parte de porque es otra de las personas que ha estado conmigo desde el principio, quiero entregarle este detallito.


Muchas gracias por estar siempre ahí!!

Regalito para Iris

Este es un regalo para Iris. Resulta que el otro día fue su cumple-mes (quizá algún día me entere de qué es eso XDD). El caso es, que cuando yo creé el blog fue de las primeras que se hizo seguidora, y ha estado ahí día tras día. No soy amiga de repartir premios. Pero sí me gustaría hacerle a ella un regalo, de corazón y totalmente desinteresado. No sólo por ser una gran escritora que nos ameniza los días con sus increíbles historias. Si no por ser la magnífica persona que es.


Muchas gracias por estar siempre ahí.

Bochorno


Bochorno.
Ardiente infierno de una tarde veraniega.
Nubes embarradas en un cielo cubierto de polución.
El fétido aliento de una urbe masificada.

El viento arenoso golpea tu cuerpo con más fuerza que cien dagas de filo envenenado. Corres por las calles llenas de la basura humana que se esparce con la furia del aire ardiente. La atmósfera plomiza de ese calor asfixiante te empuja hacia el suelo como una capa de hormigón.

No te puedes mover.
No puedes pensar.
No puedes huir.

Si acaso escuchar los pitidos de furia de los coches recalentados. Los gritos de la intolerancia en las calles atestadas. El odioso ruido del ventilador que remueve el aliento que tu boca ha exhalado. Y ese incesante viento que amenaza con acuchillar los cristales de tu alma. Provocando el mismo grito que las ramas de los árboles cargadas de inútiles hojas golpeando contra las ventanas.

Y ni una gota fresca que se cuele por tu garganta, reseca de tantos gritos silenciosos. Ni un amago de brisa gélida entre la niebla contaminada de la ciudad.

La sangre se evapora en las venas lentamente, ralentizando el ritmo de ese corazón cansado de latir contra la ira injustificada. El pulso se apaga como la llama de una vela ahogada por un caparazón de metal. Que sea otro el que se implique en la lucha por la supervivencia.

No hay príncipe azul con un cáliz cristalino, que te monte en su caballo blanco con crines del color de la espuma del mar agitado. No hay caballero de brillante armadura que deslice la espada en su vaina, provocando el sonido de un soplo de aire fresco.

Nadie más aparte del bochorno
y tú.

M.E. 2: Una noche con la diosa del deseo V

— Anterior: Parte IV —


Ares y Afrodita

Empujó dentro de ella una y otra vez. Y siguió haciéndolo hasta que pensó que el placer lo consumiría junto a ella. Su pequeño cuerpo no se adaptaba a sus embates con facilidad, pero eso sólo significaba que el dolor que la ocasionaba se transformaba en el acto en un placer delirante que la hacía gritar sin freno.
La tenía aprisionada contra la mesa y los brazos de Afrodita se agitaban y golpeaba contra la superficie pulida. Nunca la había gustado sentirse indefensa, pero en ese momento era así como la quería. Rendida completamente a él, incapaz de utilizar sus artes de diosa del placer, sino recibiendo un poco de su misma medicina. Los dedos de Ares se clavaban en su espalda, dejando marcas rojas en su piel de alabastro. Se sentía como una bestia desatada, alimentándose de su presa.
Y, ¡por los dioses!, que él estaba disfrutando más que en toda su vida.
Su pequeño sexo estaba más resbaladizo que la piscina de lapislázuli en la que se había bañado, y por mucho que intentara cerrarlo a él, su miembro siempre conseguía abrir la entrada y adaptarse a los estrechos contornos del túnel que lo cobijaba. Esa estrechez le provocaba tal placer que a punto estuvo de eyacular a la segunda embestida.
La velocidad de sus caderas aumentaba a cada segundo. La potencia a cada milésima. En la habitación resonaban las palmadas que daba su vientre contra las nalgas ya enrojecidas de la diosa, junto con los gemidos desbocados que escapaban de su garganta. Dejó de sujetar su espalda para tomar los dos perfectos glúteos en sus manos. Los apretaba y separaba, abriendo aún más la carne de Afrodita y así poder hundirse en la carne divina. Ella sollozaba por un orgasmo infinito que no había tardado en asaltarla, pero que no pretendía abandonarla tan fácilmente. Él se sintió así el dios más poderoso del Olimpo, capaz de hacer llorar de placer a la mujer más experimentada del Universo. Y no tardó en dejar libre su propio placer, que se escapó en potentes descargas en el interior del vientre de la diosa.

Poco tiempo después, fundidos en un ardiente abrazo, Afrodita ya había olvidado el ataque del que había sido víctima, el dominio al que Ares había sometido su cuerpo. Tan sólo recordaba el intenso éxtasis que la había disuelto en un caleidoscopio de maravillosas sensaciones. Ronroneó como una gatita saciada y se volvió en el colchó sobre el que habían aterrizado minutos antes, acoplando sus nalgas desnudas en la curva de las ingles de Ares. Él gruñó como respuesta, depositando suaves besos en sus hombros y rodeando la cintura de la diosa con un brazo. Su miembro empezó a erguirse en el acto, haciéndose hueco entre las piernas de Afrodita.
—¡Aah, mi amor! —gimoteó, moviendo el trasero contra él—. Aún no has tenido bastante.
Se impulsó con sus poderosos brazos, hasta quedar sobre ella, donde podía besarla a placer. Su boca era tan dulce como un bote de miel y él siempre tenía hambre a su lado. Ella respondió al beso de forma feroz, enroscando los brazos y las piernas entorno a él, moviendo las caderas contra su vientre para empezar de nuevo el juego.
Ares decidió perderse de nuevo en la tortura lujuriosa de su cuerpo. Al fin y al cabo, a eso se arriesgaba cada vez que pasaba una noche con la diosa del deseo.

M.E. 2: Una noche con la diosa del deseo IV

— Anterior: Parte III —


Venus y Marte, Tiziano
Ya se había dejado torturar demasiado.
Ares se retorció en la cama, tirando con fuerza de las ataduras que, por mucho que hubiesen sido fabricadas por Afrodita, no eran rival para un dios de la guerra.
Ella ya se había divertido bastante.
Durante horas lo había torturado con su cuerpo desnudo, contoneándose frente a él. Muy cerca de él. Pero no lo suficiente como para poder tomarla en su boca, ni para hundirse en su cuerpo. Hasta el punto de excitarse ella misma, como había apreciado en su carne jugosa y resbaladiza; la misma que había puesto unas cuantas veces sobre su rostro y que luego había retirado antes de que su lengua la alcanzara.
Sí, ella se había excitado y también se había entretenido a su costa. Ares, como poco, pensaba que era la tortura más vil a la que había sido sometido jamás. Los rosados pezones al alcance de su boca y al mismo tiempo del todo inaccesibles. Y su risa. En todo momento su risa tintineaba junto a su oído y mandaba corrientes de placer por todo su cuerpo. Le acariciaba la piel como plumas de lava y se enroscaba entorno a su miembro como una lengua juguetona.
Sí, ya se había divertido bastante. Y ahora le tocaba a él.
Las correas se rompieron con un chasquido y Ares por fin estuvo libre. Un gruñido de guerra nació en lo más hondo de su vientre y lo dejó escapar al tiempo que se levantaba de la cama. La alegre diosa se había paralizado a los pies de la cama. Una estatua del más fino mármol que un escultor humano jamás habría soñado cincelar. Su rostro era una mezcla de emociones contradictorias. Desde la más perversa fascinación, hasta el temor por lo que su amante enfurecido pudiera hacerle.
Normalmente, sus juegos terminaban con una lenta penetración que ella misma conseguía, sentándose sobre las caderas de Ares. Afrodita alcanzaba su propia liberación mientras él sembraba la semilla divina en su vientre con una fuerza desgarradora. Y quedaba tan saciado que olvidaba las torturas previas y se fundía con ella en un abrazo.
Esta vez, quizá había ido demasiado lejos.
Eso parecía al menos, al verlo erguido, con su cuerpo curtido, duro y listo para una batalla. O más bien, la batalla ya había terminado en el último chasquido liberador y el guerrero estaba preparado para cobrar su premio.
—¿Ahora me tienes miedo? —preguntó con la voz casi rota, sin dejar de observarla con los ojos inyectados en sangre—. ¿O es que la prudencia ha vuelto a tu cuerpo?
Afrodita se estremeció al oírle, pero no dio ninguna otra muestra de temor
—No te temo —contestó con más seguridad de la que sentía—, tú nunca me harías daño.
La risa del dios era casi más aterradora que su furia.
—En circunstancias normales no se me ocurriría —caminaba hacia ella despacio, haciendo círculos. Parecía que se alejaba de su objetivo, pero lo cierto es que cada vez estaba más cerca—. Ahora —prosiguió—, cuando mi cerebro está embotado por la lujuria que tú has provocado, lo único que quiero es torturar tu cuerpo como tú has hecho con el mío. Dejarte tan necesitada de placer que supliques por piedad.
Tan sólo la distancia de un brazo los separaba y Ares podía ver cómo la carne de su amante vibraba con expectación.
—Pero lo cierto —en un rápido movimiento, atrapó su cintura y la volvió, apretándola hacia abajo, dejando que sus pechos se aplastaran contra la mesa de oro macizo—, lo cierto es que no tengo paciencia para eso.
Y penetró en ella con la fuerza, sin prepararla para la invasión de su imponente erección.