M.E. 1: La Lluvia Dorada IV

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Dánae, Tiziano
La magia que la había hecho saltar en un profundo abismo, la despertó de nuevo tanteando su ombligo.
La noche avanzaba, oscureciendo aún más la estancia. Tan sólo su cuerpo brillaba iluminado con la lluvia dorada que la bañaba, dándole tanto placer. Ahora ese placer se extendía de nuevo por su vientre, con esa lengua invisible que dejaba rastros húmedos por su piel.
El peso cálido que se había instalado entre sus piernas, subía ahora por su cintura, aplastándola contra el colchón de un modo excitante. El cosquilleo de un cabello, suave como plumas, le arrebató un suspiro nacido de sus mismas entrañas. Pero sobre ella seguía sin haber más que aire.
Giró el rostro hasta el espejo que eran las paredes y el reflejo del hombre adorando su cuerpo seguía estando allí. Su cuerpo moreno resbalando por el suyo más blanco, sus manos acariciando los costados pálidos. Las sentía cálidas y curiosas, acercándose a los senos trémulos y expectantes. Su boca se abría sobre su piel, dejando ver una lengua roja que no dejaba pulgada sin explorar, cada vez más cerca de las puntas necesitadas de su femenino deseo.
Los músculos del hombre resultaban duros y hermosos, presionando entre sus muslos, despertando ese lugar prohibido que volvía a humedecerse con el toque divino. Cada vez que se alzaba para un nuevo roce, veía el rastro brillante de su anhelo manchando el vientre firme. Dobló las piernas, alzándolas y abriéndolas, rindiéndose a su cuerpo, rodeando sus caderas con los muslos tensos.
Un soplo de brisa tibia susurró entre sus pechos, incitándola a arquearse sobre el colchón, entregándole la única ofrenda de que disponía. Su misma esencia.

El camino hasta la palidez lechosa de sus senos se hizo eterna, pero su piel con sabor a caramelo le invitaba a seguir lamiendo hasta hacerla derretirse bajo su lengua. Sus manos llegaron antes que su boca.
Arropó las pálidas frutas doradas con sus grandes palmas. Las meció con ternura, separándolas y estrechándolas, moldeándolas con sus dedos hasta que el oro dio paso a un extasiado rubor. Rodeó las cimas rugosas y jugó con ellas, mientras escuchaba sus suspiros de placer, mientras la sentía arquearse bajo su toque.
El rostro había llegado a su destino y por un momento se limitó a observar cómo la mórbida carne se adaptaba a los contornos de sus manos, cómo las puntas enhiestas se escapaban por entre sus dedos con un latido dolorido que le incitaba a calmarlos con su boca. Las acarició con los labios secos, cubriéndolos y destapándolos con rapidez, resistiendo la tentación de morderlos para probar su consistencia.
Se imaginó los pechos grandes y pesados, llenos odres de leche tibia que amamantarían el fruto de su unión. Los pezones endurecidos y tirantes, deseosos de la succión que los liberase de su carga. La vio sosteniéndolos, guiándolos hacia la boquita abierta de su hijo. Y perdió la batalla de la contención, aferrándose a ellos como un bebé hambriento.
Los chupó con ansia, amamantándose hasta que casi creyó que la leche materna fluía por su garganta. Se trataba de su propia saliva, que le llenaba la boca al degustar los ricos manjares de su fértil cuerpo.
Movió el vientre entre sus piernas, dejando que los jugos de su deseo le emparan nuevamente. La notó tanteando el aire sobre ella, buscando un cuerpo al que aferrarse mientras las delicias de la carne volvían a poseerla. No lo encontró, por lo que se aferró a sus propios pechos, apretándolos, ofreciéndoselos sin saberlo. O sabiéndolo y deseándolo.

El pálpito ansioso de su miembro se convertía ya en una necesidad. Había salvado su dulce boca de la explosión de su simiente, pero ésta se acercaba inexorable y no deseaba manchar sus muslos con ella. Quería llenarla con ella. Así que alzó las caderas y se preparó para la posesión definitiva.

5 comentarios:

Maria dijo...

Diosssssssss.....y en todo el sentido de la palabra,ya que Zeus es un DIOSSS.....

Siempre me ha gustado la mitologia,pero con tu vision y prosa hace que ahora me guste muxisimo mas.

Un bs linda

Anónimo dijo...

Me fascina el control que tienes de las palabras.

Por lo demás, estoy totalmente de acuerdo con Maria, ya lo creo que sí.

Ade.

Leticia dijo...

Por un momento pensé que estaba en la historia...
vaya muy buen puestas esas líneas..

Un saludo!!

Iris Martinaya dijo...

Quiero que me caiga una lluvia dorada como esa. Por fin me he pasado a leerte, tenia un par de capítulos atrasados, es que tengo mucho lío.

En fin que te digo, si es que siempre me dejas sin palabras, he visto que ya termina Danae, la voy a echar de menos, porque me ha encantado esta serie. Voy a por el siguiente.

BESOS

Perséfoneluz dijo...

Buenisimo, me encanta como describis todo.

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